viernes, 23 de octubre de 2009

Fijando vértigos 9

J´ACCUSE !

a Emile Zola,
que conoció otros tiempos


¿Tiene sentido, todavía, una pregunta tonta, una simple pregunta? ¿Tienen todavía sentido las preguntas? ¿De dónde fluye la poesía, de dónde venía, como un agua de todos, cuando manaba con rabiosa inocencia?

En lo alto de la infancia, mientras las tardes eran tardes, y sobre el cielo abierto de las plazas que no habían cegado aún de cemento podía esperarse que madurara lerdamente, con tiempo de dejarlo crecer, un atisbo de crepúsculo, en la mágica intimidad que horadaba el autismo ya creciente de la urbe, las niñas saltaban sobre sí mismas a la cuerda y, como derviches danzarines en el momento justo, dejaban oír las mismas rondas infantiles que habían venido viviendo en el idioma desde siglos atrás, nacidas en un tiempo y en un lugar preciso aunque desconocido, pero esparcidas por los vientos del mundo sobre los más diferentes rincones del planeta y de los años. Y en el atardecer que volvían sagrado, la moneda corriente del lenguaje, el canto rodado que era flor de la lengua, más humana que nunca, en cada una y en todas de esas niñas madres de las canciones, alumbraba el fuego secreto, dejaba flamear sin proponérselo y a fondo el fénix restaurador de la poesía.

Nadie se daba cuenta, quizás, pero eso ocurría, entonces. Y era tan esencial y nutritivo como el oxígeno que desprendían las hojas de los árboles, también sagrados en su vida fecunda y generosa.

Cuando un hombre nacía, cuando era echado al mundo, por más pobre que fuera, su primer refugio en la desnudez desolada de lo abierto eran los brazos de una madre, y su primer contacto con la vida, todavía instintivo, era el olor, el calor, el amor animal de la hembra que le llegaba por la piel, por el instinto, por la nariz, por los oídos, por los ojos, por el tacto y contacto de una voz que sin propósitos de lucro, de industria o de mensaje le transmitía el contagio feliz de la empatía, la tibieza de un rescoldo lejano, el calor de la tribu junto a los fuegos de la especie, la materia del mundo y de la vida, el terror y el temblor de la palabra humana, el sonido sentido, el sonido del sentido, de los sentidos, flagrante y contagioso, puro sonido aún, puro sentido, contagio de lo tibio y lo turbio y lo vivo y lo caliente, de un puro seno vivo de mujer, de una voz que acunaba, contra el terror del mundo, para civilizarnos, con salvaje inocencia, para traspasarnos de lenguaje y el lenguaje no apenas como un instrumento, una herramienta, un útil, sino como un mar que nos envuelve y que nos constituye.

Yo acuso. Yo acuso a los presidentes de las multinacionales que han hecho sofocar la canción de las hojas de los árboles del mundo y a los pájaros que había en ellos.

Yo acuso a los presidentes de las multinacionales que han desacralizado el cuerpo del planeta, que han convertido el aire en mercancía, la luz en precio, el ocio en industria.
Yo acuso a los presidentes de las multinacionales que han entronizado contra natura una imagen anafrodisíaca de la hembra, que han envilecido el misterio del sexo, el milagro del tiempo y del espacio.

Yo los acuso de haber impedido el desarrollo normal de la poesía, que no fluye de las academias, ni de las bibliotecas ni de ningún estrado de marfil (¡oh Dylan!), sino casi seguramente de la rondas infantiles y las canciones de cuna que mantenían encendida y encendían en cada cachorro humano la posibilidad de la música del mundo. Y que ahora han callado.

Y me acuso sobre todo a mí mismo de no haber hecho nada para evitarlo, de no haber sido capaz, en absoluto, de impedir ese maldito crimen de lesa poesía.

Quieran los dioses tenérnoslo en cuenta, cuando llegue el momento, si es que llega.

Rodolfo Alonso

De El arte de callar, Alción Editora, Córdoba, 2003.

Rodolfo Alonso (Buenos Aires, 4-10-34) Publicó: Salud o nada (1954) Buenos vientos (1956) El músico en la máquina (1958) Duro mundo (1959) El jardín de aclimatación (1959) Gran Bebé (1960) Entre dientes (1963) Hablar claro (1964) Hago el amor (1969) Guitarrón (1975) Señora Vida (1979) Sol o sombra (1981) Alrededores (1983) Jazmín del país (1988) Música concreta (1994) El arte de callar (2003) . Entre otras distinciones nacionales e internacionales, en 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía.
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PAUL ÈLUARD ( 1895 - 1952 )
Homenaje


(Selección y traducción de Rodolfo Alonso)

TE LO DIJE...

Te lo dije para las nubes
Te lo dije para el árbol del mar
Para cada ola para los pájaros en las hojas
Para los guijarros ruidosos
Para las manos familiares
Para el ojo que se vuelve rostro o paisaje
Y el sueño le da el cielo de su color
Para toda la noche bebida
Para la reja en los caminos
Para la ventana abierta para la frente descubierta
Te lo dije para tus pensamientos para tus palabras
Toda caricia toda confianza se sobreviven.



Paul Eluard
por Francis Picabia 1920



NOSOTROS DOS

Nosotros dos teniéndonos de la mano
Nos creemos por todas partes en nuestra casa
Bajo el árbol dulce bajo el cielo negro
Bajo todos los techos en el rincón del fuego
En la calle vacía a pleno sol
En los ojos vagos de la muchedumbre
Cerca de los sabios y de los locos
Entre los niños y los grandes
El amor no tiene nada de misterioso
Nosotros somos la evidencia misma
Los enamorados se creen en nuestra casa

LA ENAMORADA

Está de pie sobre mis párpados
Con sus cabellos en los míos,
Tienela forma de mis manos,
El color tiene de mis ojos,
Es absorbida por mi sombra
Como una sombra por el cielo.

Los ojos tiene siempre abiertos
Y no me deja ya dormir
A plena luz sus sueños hacen
Evaporarse a los soles,
Me hacen reir, llorar, reir,
Hablan sin nada que decir.

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LA VICTORIA DE GUERNICA


1
Bello mundo de las chozas
de la mina y de los campos

2
Rostros buenos para el fuego rostros
buenos para el frío
para los rechazos de la noche las injurias
los golpes

3
Rostros buenos para todo
he aquí el vacío que os fija
vuestra muerte va a servir de ejemplo

4
La muerte corazón volcado

5
Os han hecho pagar el pan
el cielo la tierra el agua el sueño
y la miseria
de vuestra vida

6
Decían desear la buena inteligencia
racionaban a los fuertes juzgaban a los locos
daban limosna partiendo un centavo en dos
saludaban a los cadáveres
se agobiaban de cortesías

7
Perseveran exageran no son de nuestro mundo

8
Las mujeres los niños tienen el mismo tesoro
de hojas verdes de primavera y de leche pura
y de duración
en sus ojos puros

9
Las mujeres los niños tienen el mismo tesoro
en los ojos
los hombres lo defienden como pueden

10
Las mujeres los niños tienen las mismas rosas
rojas
en los ojos
todos muestran su sangre

11
El miedo y el coraje de vivir y de morir
la muerte tan difícil y tan fácil

12
Hombres para quienes ese tesoro fue cantado
hombres para quienes ese tesoro fue
escondido

13
Hombres reales para quienes la
desesperación
alimenta el fuego devorador de la esperanza
abramos juntos el último brote del porvenir

14
Parias la muerte la tierra y la fealdad
de nuestros enemigos tienen el color
monótono de nuestra noche
daremos cuenta de ellos.

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EL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN

Por Rodolfo Alonso



El catorce de diciembre de 1995 se cumplieron cien años del nacimiento de Paul Eluard, sin duda una de las voces más límpidas y originales de la poesía francesa. Había visto la luz en Saint-Denis, durante 1895, y su verdadero nombre fue Eugène Grindel aunque, desde muy joven, prefirió adoptar su apellido materno. Una grave enfermedad pulmonar, contraída a los dieciseis años, lo obligó a internarse durante dieciocho meses en un sanatorio suizo de Davos. Donde no sólo le tocó convivir con quien sería otro gran poeta, el brasileño Manuel Bandeira, sino que allí conoció a la famosa Gala, su legendario primer amor, que lo abandonaría más tarde para entregarse a Salvador Dalí, quien la convertiría en su promocionada esposa-musa.
Y ese nombre, el del estrepitoso pintor catalán, más allá de sus encontronazos privados, ya resulta significativamente premonitorio. Porque con él se conjugan también para Eluard, aunque sea como antípoda, las dos vertientes capitales de su vida: el surrealismo y la acción política. Dalí fue por un tiempo compañero de Éluard en el primero, y terminó enfrentándolo en el otro. Pero, para entender mejor esta cuestión, hay que contar la historia.

Una aventura refulgente
En 1920, Paul Éluard funda en París la revista “Proverbe”, que llegó a publicar seis números y en la que colaborarían los dadaístas. En el clima efervescente de esa primera posguerra europea, que ya habían fecundado el futurismo, el cubismo y el expresionismo, los jóvenes poetas y artistas franceses que se habían unido con entusiasmo a Tristan Tzara en la demoledora experiencia del dadaísmo, comienzan pronto a dar síntomas de disconformidad. André Breton, que por entonces tiene veinticinco años y ya había realizado sus primeras experiencias de escritura automática, organiza en 1921 el sonado proceso contra el escritor Maurice


Barrès, quien representa para ellos “un crimen contra la seguridad del espíritu”.
La disención con los dadaístas se hace aún más profunda en 1922, cuando Breton organiza un Congreso para la determinación de las directivas de la defensa del Espíritu Moderno, del cual Tzara se niega a participar. En marzo Breton asume, junto con Philippe Soupault, la dirección de la segunda época de la revista “Littérature”, de cuyo equipo forma parte Eluard y donde ya se publica una entrevista a Freud. En setiembre, el número 4 ataca directamente a Tzara, quien devuelve la afrenta cuando, al interrumpir un acto dadaísta-
ta, en julio de 1923, son maltratados Breton, Benjamin Péret y Eluard. La ruptura oficial se consagra con un manifiesto de Breton: Dejen todo, que comienza con estas imborrables palabras: “Dejen a Dadá”.
“Littérature” aparecerá hasta junio de 1924, en que es sustituida directamente por “La Révolution Surrealiste”. El Primer Manifiesto del Surrealismo, también de Breton, ve la luz en octubre de 1924. El movimiento, ya con su conducción, se había desencadenado, y entre sus filas contaba con Francis Picabia, Louis Aragon, Marcel Duchamp, Eluard, Soupault, Pablo Picasso. En 1925, las Ediciones Surrealistas publican un libro escrito a dúo por Eluard y Péret: “152 proverbes mis au gout du jour”. Herederos de Baudelaire y de Rimbaud, admiradores de Apollinaire y de Reverdy, futuros devotos de Lautréamont y del Marqués de Sade, esos jóvenes inician una aventura que iba a constituirse, por muchas razones, en uno de los acontecimientos culturales más trascendentes del siglo.
Continuando la tradición iconoclasta del dadaísmo, pero ahora detrás de sus propios objetivos, se realizan -con no poco escándalo- numerosas y agresivas manifestaciones públicas de todo tipo y

siempre de carácter polémico. Al mismo tiempo, por lógica interna y externa, comienza a crecer y manifestarse en ellos la necesidad de una acción política revolucionaria, por oponerse a la cual son expulsados en 1926 nada menos que Antonin Artaud (siempre irreductible) y Soupault. Breton, Eluard y sus amigos se lanzan decididamente en “todas las vías de lo maravilloso” que, por supuesto, no excluye los dominios de lo real sino que, por el contrario, trata de ampliarlos. La revolución social y la Tradición alquímica o esotérica, el humor negro y el erotismo, el inconsciente y el sueño, el automatismo y la imagen onírica, la poesía y el arte concebidos como una auténtica manera de vivir, sin frontera alguna, sin ningún límite entre sí, son puestos a prueba mil y una vez, no para concretar alguna mera habilidad o logro estético sino para “cambiar la vida”, como quería Rimbaud.
En 1930 las Ediciones Surrealistas vuelven a publicar dos libros colectivos que incluyen a Eluard: el fundamental “L'Immaculée Conception”, en colaboración con Breton, y el no menos sintomático “Ralentir travaux”, concebido igualmente junto a Breton pero también con René Char. Más allá de sus propios títulos individuales, entre ellos los indelebles “Capitale de la douleur”, de 1926, o “L'amour la poèsie”, de 1929, donde Eluard se demuestra como un lírico espléndido, dueño de una deslumbrante e intensa claridad de lenguaje encarnado y de una nueva concepción de la mujer amada, más natural y más profunda -todo lo cual llevó a afirmar entonces que, después de Eluard, ya no es posible amar como antes de Eluard-, aquellos sintomáticos textos colectivos demostraban cabalmente hasta qué punto el poeta de “Le devoir et la inquiétude”, su primer libro, de 1917, estaba honda e íntimamente comprometido, en el centro mismo de la aventura surrealista, de la cual llegó a ser una de las figuras esenciales.
Pero todos iban a tener que cambiar, tanto el surrealismo como Eluard. Probablemente debido al clima de la época (triunfo del Frente

Popular en Francia, amenazador ascenso del nazismo en Alemania y consolidación
del fascismo en Italia, presagios de la guerra civil en España), el surrealismo decide ingresar en la política concreta, pidiendo su inclusión en el partido comunista francés y lanzando la segunda época de su revista bajo el sintomático lema de “Le Surrealisme au Service de la Révolution”. Y aunque el intento concluye en un fracaso, tanto por la incompatibilidad entre ambas ortodoxias como por la forma, premonitoria, en que Breton percibe los tintes siniestros con que el stalinismo ha ido cubriendo a la actividad revolucionaria, el movimiento no renunciaría a participar en acciones similares de tipo independiente, no sin asignarse al mismo tiempo las características de una “sociedad secreta”. En función de esos acontecimientos se producen importantes y dolorosas escisiones, primero la de Aragon y luego la de Eluard, así como la de Picasso y más tarde Tzara.
Vivamente tocado por el alzamiento franquista contra la República española, uno de cuyos acontecimientos daría origen a su memorable poema “La victoire de Guernica”, y habiéndose comprometido con la Resistencia al invasor durante la ocupación nazi de Francia -en cuyo transcurso su luego famosísimo poema “Liberté” logró convertirse en un signo secreto de reconocimiento-, a partir de 1938 Eluard se va apartando del surrealismo, alejamiento que se convierte en definitivo al adherir, en 1941, según dicen a instancias de su gran amigo Picasso (a quien el inicuo bombardeo de la Luftwaffe nazi sobre la población civil de Guernica, la ciudad sagrada de los vascos, inspiró su más famoso cuadro), al férreo partido comunista francés
entonces en la clandestinidad.
A partir de esa decisión, Eluard se convierte en una de las cabezas intelectuales más visibles de ese partido -considerado como uno de los más stalinistas de Europa en su momento- y, al parecer sin ninguna hesitación, pone su pluma al servicio de esa causa. No obstante, como le reconociera explícitamente el mismísimo Aldo Pellegrini, uno de los precursores del surrealismo en América Latina:

hay que destacar que fue el poeta que menos perdió con el cambio de frente”. Porque a su imagen de gran poeta del amor (“Y el amor está en el mundo para olvidar al mundo”), sin disminuir su nivel lírico Eluard le había añadido la resplandeciente idea de otro amor más amplio, más inclusivo (“Y porque nos amamos / hemos querido liberar a los otros”), el viejo sueño de la fraternidad universal.
Su muerte ocurre de improviso, a consecuencia de una angina de pecho, el 18 de noviembre de 1952. Siendo muy joven me tocó experimentar, entonces, desde Buenos Aires, como parte de la onda expansiva que recorrió al mundo, la profunda vigencia que mantenía su lirismo aún entre quienes no compartíamos todas sus posiciones. Un surrealista argentino, Julio Llinás, por entonces en París, me confesó tiempo después que había acompañado desde lejos la comitiva oficial, para dejar una flor roja sobre su tumba. Y es que, a no dudarlo, como hoy ya es casi universalmente aceptado, una obra de arte ha de considerarse por sí misma, independientemente de las opiniones de su autor. Al menos, en teoría.

Una lección de moral
Eluard fallece, como vimos, apenas cuatro años antes de la rebelión húngara, aplastada literalmente por los tanques rusos. ¿Qué hubiera dicho él, por ejemplo, en 1968, cuando otra intervención similar hizo sucumbir a la promisoria Primavera de Praga? ¿Qué al enterarse de que ese mismo año, durante las conmociones del mayo francés, su viejo compañero de ruta, Louis Aragon, otro ex surrealista devenido comunista, resultara públicamente jaqueado por los jóvenes manifestantes? ¿Y qué de los conmovedores acontecimientos terminales del sueño comunista: la caída del Muro de Berlín primero, y luego la disolución en el aire de la antaño inexpugnable Unión Soviética? No lo sabemos, pero todo hace sospechar que hubiera tratado de seguir siendo fiel a su viejo ideal.
Uno de los últimos humanistas de Europa, el italiano Norberto Bobbio, pudo opinar

con suma claridad sobre estas paradojas: “No hace mucho tiempo tuve que hablar a propósito de la 'utopía invertida', después de la constatación de que una grandiosa utopía igualitaria, la comunista, anhelada desde hace siglos, se convirtiera en su contrario en el primer intento histórico de realizarla”. Y el mismo Bobbio recuerda que Thomas Nagel, después de admitir que “El comunismo ha fracasado en Europa”, llegó a afirmar también: “En este momento histórico valdrá la pena recordar que el comunismo debe en parte su propia existencia a un ideal de igualdad que conserva toda su fascinación a pesar de los enormes delitos y de los desastres económicos producidos en su nombre.“
¿Nos será dado, todavía, entonces, admitir que es ese viejo, inmarcesible ideal humano el que quizás nos parece seguir sintiendo vivo, latente, en los bellos y fraternales poemas de Paul Eluard, a pesar de que la vía en la cual creyó para llevarlo a la práctica no sólo se haya mostrado insuficiente sino, inclusive, hasta enemiga de esos mismos principios? ¿Tendremos el derecho de seguir viendo, sintiendo eso en sus poemas después de testimonios tan desoladores como el de Milan Kundera en su novela “La vida está en otra parte”, donde muchos han visto una alusión al hecho de que Eluard hubiera aprobado públicamente la condena a muerte de su amigo Zavis Kalandra, el surrealista checo?
Un gran poema de amor puede seguir contagiándonos aún cuando quien lo motivó ha traicionado o desmentido ese sentimiento. Y hoy se proclama no sin razones el concepto de la autonomía del texto. Pero, para quien fue arrollado por las tragedias de la historia, o para quien creyó a fondo en sus sueños -a veces hasta el riesgo de su vida-, resultan sin duda inescindibles un hombre y lo que dice, un hombre y lo que hace, se hace casi imposible separar un texto de lo que su autor inviste. Especialmente en un caso como el de Eluard, donde su vida misma parecía fundamento esencial, fuente y blasón de su poesía.
No obstante, aún con derecho a hacerlo, y hasta desde el punto de vista de la misma utopía, creo que hay sin embargo un importante testimonio

como para reflexionar antes de decidirse a emitir juicio. Si hay alguien de quien no se puede dudar, en estos temas, es René Char. Supo ser surrealista y dejar de serlo, supo combatir contra el nazismo sin permitirse extraer ningún provecho ni pretender erigirse en juez (todo lo contrario) con la victoria. Amigo entrañable de Albert Camus, fue uno de los pocos intelectuales franceses que estuvo siempre a su lado cuando a ambos les tocó denunciar, tanto a la dictadura franquista como al totalitarismo mal llamado soviético. Pues bien, ese mismo René Char, en su significativo texto “La conversation souveraine”, que constituye un agudo y exigente balance de toda la poesía francesa, después de señalar a Vigny, Hugo, Nerval, Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Mallarmé, Verlaine, culmina ese perfil de las muy altas cumbres con estas líneas finales y, a la vez, definitivas: “Reconocimiento a Guillaume Apollinaire, a Pierre Reverdy, al privilegiado lejano Saint-John Perse, a Pierre Jean Jouve, a Artaud destruido, a Paul Eluard.” ¿Alguien se animaría, tras eso, a arrojar la primera piedra?

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Poema de Osvaldo Svanascini

PAUL ÉLUARD DETENIDO EN EL TIEMPO

Las aves de París hoy a la mañana
asumieron la actitud de los ascetas y sus picos
sondearon los graves rostros y los nervios
predispuestos a la vida.
Quien ha muerto hoy es un señor con contactos
rápidos a tomar del día sus sabores
a crear una atmósfera de geómetras medidos
por cuerdas y cláusulas hondamente factibles.
No diremos su desencuentro
las oposiciones de su mejor poema
o el aire distante de su maxilar y de su epidermis
ahora vencidas por su propio itinerario.

Paul Paul de la boca de su madre
hacia las elevadas costas del sueño no ríe
pero los hombres gritan con sus palabras y Paul
sacude los mínimos sustentos de la mirada.

Es fácil que haya muerto en brazos de sí mismo
o tal vez como un dibujo descarnado. O mejor
a la manera de un desmenuzador de vacíos
de pie sobre el traqueteo de lo improbable.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hoy hablará ya por su teléfono marino
para comunicarse con el fantasma de los ecos.

Montará abejorros a la luz de los viejos huesos
y el grave aire de sus ojos se disgregará en otras voces
en líneas recordadas
o quedará pegado en su frente
para escarnio de los aprendices del olvido.

Paul Paul apóstol de misterios y magias inconclusas
de nubes devanadas en tu oído:
Los tiempos
para tus párpados han comenzado ahora
mientras unos personajes que habitan las paradojas
ejecutan los iniciales momentos
con los que penetrarás debajo de los justos recaudos
hacia el sólido designio.
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Poema de Rafael Alberti

RETORNO DE PAUL ÉLUARD


Vienes a mí, lejano, en esta tarde
de primavera austral, aureolada
la frente de esa luz definitiva
que te fuiste labrando día a día
hasta fijarla ahora con tu muerte.

Apenas si te vi, bella espiga de Francia,
una noche de octubre,
cuando aún no yacía la libertad volcada
bajo un mundo de escombros
y en tus libros de amor,
en las palabras simples de tus sueños
no había el rostro de la paz velado
de luto su blancura.
Hoy retornas a mí, de pie, distante,
por encima del mar, hoy que has muerto.

Querría
seguir ahora esa amistad, que hubiera
cantado tan alegre y que por tantos


motivos tristes que tu bien conoces
sólo supo el calor de nuestros dedos.
Siéntate en mi pequeño jardín de desterrado.

Estas flores -las dalias,
las mariposas griegas y amarilis-;
estas enredaderas -las glicinas,
la fiel enamorada de los muros-;
la estrella federal, el paraíso,
el magnolio -estos árboles-,
todo este verde amigo que me ciñe
y hace ya tanto tiempo me acompaña,
se lo ofrezco a tu vivo corazón.
Haz llegado.
Tu vida empieza ahora.
Háblame.
Hablemos.

(Noviembre 1952)

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Poema de Antonio Ramos Rosa

A MEMÓRIA DE PAUL ÉLUARD


“ Ju suis su bas des ombres”
Paul Eluard



O mar repete-se ao longe
A bondade é una caverna inútil
A solidao é inenarrável
A terra é grande

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Poema de Héctor Yánnover

PAUL ELUARD

II

(. . .)
Venías de París.
Traías dos guerras,
mil poemas,
y la palabra camarada, vanguardia y lanza
de tu poesía Paul Amor Eluard.
Hoy vienes de París con una muerte.
Una muerte transitoria y frágil que se quiebra
cuando alguien dice hombre
porque está diciendo amor.
Una muerte que pasa y se diluye
en la primer palabra de un poema en tu voz.

Paul Amor Eluard,
nuestro poeta.

Una muerte que siempre hemos vencido.

Te ha perdido la brisa, el mar.

Una muerte que amamos.

Paul Amor Eluard.

Una muerte que no te detendrá.


Cae la nieve,
la gente continúa,
y en la noche
el viento ha vuelto a susurrarte camarada.

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¿Qué es la Poesía?

Selección: Cristina de Berbari


A veces la poesía es el vértigo de los cuerpos y el vértigo de la dicha y el vértigo de la muerte;
el paseo con los ojos cerrados al borde del despeñadero y la verbena en los jardines submarinos;
la risa que incendia los preceptos y los santos mandamientos;
el descenso de las palabras paracaídas sobre los arenales de la página;
la desesperación que se embarca en un barco de papel y atraviesa,
durante cuarenta noches y cuarenta días, el mar de la angustia nocturna y el pedregal de la angustia diurna;
la idolatría al yo y la execración al yo y la disipación del yo;
la degollación de los epítetos, el entierro de los espejos;
la recolección de los pronombres, acabados de cortar en el jardín de Epicuro y en el de Netzahualcoyotl;
el solo de flauta en la terraza de la memoria y el baile de llamas en la cueva del pensamiento;
las migraciones de miríadas de verbos, alas y garras, semillas y manos;
los substantivos óseos y llenos de raíces, plantados en las ondulaciones del lenguaje;
el amor a lo nunca visto y el amor a lo nunca oído y el amor a lo nunca dicho: el amor al amor.
Sílabas semillas. (Octavio Paz)


Después de todo, qué importa lo que es la poesía. Todo lo que importa es el eterno movimiento que hay detrás de ella, la vasta corriente del sufrimiento humano, la locura, la pretensión, la exaltación a la ignorancia, por muy elevada que sea la intención del poema. (Dylan Thomas)

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RECORDANDO AL POETA
ALDO PELLEGRINI (1903-1973)


UN LUGAR EN EL ESPACIO

Hay un lugar en el espacio, un refugio para los vencidos por el odio en todos los horizontes
acosados por pequeños ruidos mezquinos, apenas perceptibles, parecidos a sombras
ruidos como ventanas que se abren
por donde penetra la noche más pequeña que el surtidor de tus pupilas

Hay un lugar en el espacio, una morada de reposo para los descontentos
lejos de la velocidad y el desorden
con una calle sin término y una multitud sin gente
allí dejarás de pensar, dejarás de mirar fijamente y de tender los brazos
y te acostarás para lograr sin esfuerzo la conquista del último deseo

Un día huyendo de tí descubriste que el límite del espacio era el contorno de una mujer
y dijiste: en tí respiro, no vivo más allá de tus límites
pero en tu recinto de conquistador la atmósfera se torna maligna
y ya no posees ni el aire que respiras

Solamente cuando salgas de tí en toda tu densidad
encontrarás tu verdadera morada
un lugar que no da a ninguna calle
donde dirás: estoy solo y todo marcha al compás de las señales
y sobre el espacio dirás que es como carne sonámbula o un juego de espejos que se ríen
y que tiene un sol sin sombras, una tortura de lámparas y un trono en cada rincón

Un día conocerás un lugar en el espacio, refugio para los hombres castigados por el odio en
todos los horizontes
con una nube y un puente de nidos por el que no pasa nadie.


De Construcción de la destrucción (La valija de fuego - Poesía completa-
Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2001)


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Alberto Claudio Blasetti
EN LA INVISIBLE REDONDEZ DEL TIEMPO (Acto único)

Escena 3
(fragmentos)

La acción en el espacio onírico... Helianta avanza sin rumbo fijo cuando le sale al paso un pastor (Ovidio).

HELIANTA: Aquí tengo que encontrarlo. En este clima dulce habrá hallado los pastos olorosos que, en el circo, no tenía.

OVIDIO: ¿Qué busca?

HELIANTA: Mi caballo blanco.

OVIDIO: ¿Qué le hace pensar que puede estar aquí?

HELIANTA: Lo bien que una se siente. Siempre soñé con llegar a una zona de benignidad donde la vida fuera dulce.

OVIDIO: Por cierto que lo consiguió. Aquí vemos todo desde lejos. (Pausa, transición)

HELIANTA: ¿Usted qué hace?

OVIDIO: Cuido un bosque.

HELIANTA: ¿Los bosques necesitan cuidado?

OVIDIO: Este sí. Por sus extraños habitantes. Han venido a buscar armonía aquellos que no la encontraron en sus sitios de origen. A veces, porque nacieron a destiempo; a veces, porque se extraviaron en caminos demasiado anchos o bebieron licores de facilidad.

HELIANTA: Qué región rara... ¿Y a eso dedica su día?

OVIDIO: El día, sí.

HELIANTA: ¿Quiere decir que por las noches se ocupa de otras cosas?

OVIDIO: ¡Ah, señora...!

HELIANTA: Llámeme Helianta. Me hace vieja eso de señora.

OVIDIO: No tema. Aquí no se envejece.

HELIANTA: ¿No?

OVIDIO: El tiempo se detuvo en su mejor momento. Yo, por ejemplo, elegí el instante
en que Julia, madre, me confió a Julia, hija.

HELIANTA: ¿Dónde sucedió eso?

OVIDIO: En un arrabal de la galaxia, llamado Roma...

HELIANTA: Parece que no les tenía excesivo cariño a sus conciudadanos.

OVIDIO: No, soñaron con imperios.

HELIANTA: ¿Y usted con qué soñaba?

OVIDIO: A mí me interesaban el amor y sus adyacencias...

HELIANTA: (Curiosa) ¿Cuáles son las adyacencias del amor?

OVIDIO: Las cremas odorantes, los suspiros inclinados...

HELIANTA: ¿Inclinados?

OVIDIO: Los que nos llevan, en tobogán, al vértigo.

HELIANTA: ¡Ah, como el tobogán de la plaza de Santos Lugares! A los ocho años, me
causaba vértigo.

OVIDIO: Este es otro vértigo. Empieza con la pubertad.

HELIANTA: ¿Y termina?

OVIDIO: Con la muerte.

HELIANTA: ¿Qué se siente?

OVIDIO: A veces, melancolía; a veces, desesperación. Pero es un licor sin el cual la vida no valdría la pena.

HELIANTA: Usted me parece que vivió mucho...

OVIDIO: Hasta la inconsciencia o el ensueño. (Pausa)
. . . . . . . . .

OVIDIO: Anochece. Tengo que hacer.

HELIANTA: ¿Qué?

OVIDIO: Cuido los mármoles de la región del olvido y escribo cartas.

HELIANTA: ¿A quién?

OVIDIO: A amadas lejanas.

HELIANTA: ¿ Muertas, verdad?

OVIDIO: (Asombrado) ¿Cómo se dió cuenta? Recién llega...

HELIANTA: Empiezo a conocerlo. Y temo que nos llevemos bien.

OVIDIO: No me hará el mismo cargo que Augusto: lujuria, lascivia...

HELIANTA: No. Esas son formas del miedo... Usted y yo estamos enfermos de otra cosa.

OVIDIO: (Interesado) ¿De qué?

HELIANTA: (Con picardía) Extraño mi caballo blanco... ¿Le parece poco?

OVIDIO: (Reaccionando) Usted tiene ese largo cuello que descubre a las apasionadas...

HELIANTA: Una apasionada, inhibida en la mesa del banquete arcaico...

OVIDIO: Que oculta con avaricia sus tobillos...

HELIANTA: El cuello... los tobillos... los mármoles de la región del olvido... ¡Qué
sugestivo todo! Es la primera vez que encuentro a un simulador inteligente. Siempre preferí la inteligencia a la vulgaridad.

OVIDIO: Entonces terminaremos en el bosque de los imposibles.

HELIANTA: ¡Hermoso...! Sospecho que debajo de una pérgola con glicinas está amarrado el navío.

OVIDIO: Se equivoca. Recién anochece. Y mientras haya calor húmedo, lo encontraremos en el muelle de los amarantos.

APAGÓN.


Alberto Claudio Blasetti nació en Buenos Aires en 1923. Obra poética: Siete azules para una sonrisa (1945) Diosma (1958) Arquitrabe y solsticio (1970) Ecuación con alondras (1972) Tadmor (1979) Clinamen (1984) Las vetas del ágata (1990) El esmalte del ruiseñor (1994). En prosa: Diálogo de los pájaros en la fuente de los vitraux (1981) Trinos ocultos en la psiquis de cristal (1998) Breve historia de la literatura contemporánea (1999) El remero de los ojos azules (2000) La Dama de las Diosmas (2001) Los ópalos del río (2003). Teatro: La clepsidra; En la invisible redondez del tiempo; Sombrillas anaranjadas en el fondo de las herrerías (Casandra, Bs. As. 2002).

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Jorge Andrés Paita

CARPE DIEM

Y al final, por el tiempo estrujados ambos
-lívido el labio,
lacrimosos los ojos, el pulso incierto-,
esa cita relámpago en la mañana
tras toparse bajo la lluvia,
aventura vulgar de adultos, será también
variada por la memoria
de los dos. Oh perfume
de las vidas que fueron aptas
en hurtar instantáneas flores al día.

Volverán al departamento pobre del hombre,
separados por pasos los dos paraguas,
por los vecinos,
pero él subirá ya libre de la aprensión
de haber postergado el baño para la tarde,
del diente que le dolía, de no tener
café fresco para ofrecerle,
y ella absuelta de la ansiedad
de volver corriendo a su casa para el almuerzo,
de esa ropa interior en vez de la negra
recién comprada.

Ya tienen entonces cuerpos
unos quince o diez años menos maduros
que esa mañana.
Beben un luminoso vino, se dicen
con palabras de todos cosas que nadie dijo
y los dos o tres cuartos de hora
son un día de entero color de perla.
Se levantan y salen también entonces a la ventana,
pero en súbita torre en medio de un lago
que rodean jardines sin fin. Ah tiempos.

La vida es una nodriza ducha en historias
para hacer dormir a los viejos
con remotas sonrisas a flor de labio.

Jorge Andrés Paita, porteño nacido en 1931, se formó como escritor en la revista “Sur”, en la que colaboró durante más de dos décadas, con poesía, crítica y eventualmente ensayo, a partir de 1952. Desde ese año y por un lapso similar, versos y comentarios suyos se publicaron en el suplemento de “La Nación”. Fundó y dirigió la revista de poesía “Escritura” (1976-1977), que aspiró a ser trimestral y quedó en efímero anuario. Durante siete años (1977-1984) fue responsable de la selección y publicación de los textos de literatura aparecidos en “La Prensa”, donde era subdirector del suplemento dominical. Fue jurado en concursos de poesía del Fondo Nacional de las Artes, el Premio Municipal y el Premio Nacional, entre otros. Y fue asesor literario y organizador de programas de difusión de la literatura, en las Secretarías de Cultura de la Nación y la Municipalidad.
Ha publicado tres libros de poesía: Cuatro puertos (Cuarto Poder, BS. AS.1976); Señales del Segundo Milenio (Monte Ávila, Caracas, 1983; Pluma de Plata del PEN Club Internacional, Sec. Argentina); Eros en Amazonia (Grupo Editor Latinoamericano, Bs.As.1998; Premio de Poesía “La Nación” 1996 y Primer Premio de Poesía Fondo Nacional de las Artes 1997, al que pertenece el poema transcripto.

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Celina Garay

XVII

Volar
y saber lo que es ser el ave
que desde la almena
te dice
te canta
te hace
con la brisa
un capullo
con el miedo
un instante
casi una alegría
que recorres
un pío
un sino
una cosquilla
en la palma de la mano.

Volar
cantar
y desde la piedra
alta
desde la misma altura
del cielo
mirar
en el agua
el rostro
tu rostro
mi rostro
en el nido
tibio
la promesa.

Volar
y desde la piedra
alta
sentir
la tentación

de amar
de lanzarse
al río

andar
ir
en el cauce
en la corriente
fresca
a veces cálida
en la transparente
dorada
verdes
azules
guijarros.

Cantar
y cruzar
de un extremo a otro
como un atleta
como el bailarín
cruza
en el aire
en la balsa
el remero
cruza
sin puentes
sin muletas
el nadador
abre mariposa
abre los pulmones
y cruza
de una ribera a la otra
costa
linde
vida.

Celina Garay nació en San Francisco, Córdoba, el 19 de setiembre de 1963. Reside actualmente en Buenos Aires. Estudió Letras en U. N.. Córdoba y en la UBA donde egresó y realizó la Maestría en Literatura Española y Latinoamericana. Ha publicado poesía y ensayo en diversos diarios, revistas y antologías, mereciendo algunas distinciones por su obra poética. Presentó en 1996 en Los Ángeles, La cereza de Afrodita, que reune siete poemas de Excelente velada- Fine evening, Ed. bilingüe y Sobre la equivocación, volumen compuesto de tres ponencias dadas en USA, Cuba y Brasil. El poema transcripto forma parte de Piedra alta (Alción Editora, Córdoba, 2002)

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Osmar Luis Bondoni

JÚBILO

Desembarco en lo que me propones:
un intento de tus ojos,
un silencio propicio,
el abismo entreabierto sobre los dientes.

Repatriado a tus dominios de juguetería
me dejo estar jubilosamente
sosteniendo el momento.

La soledad acepta su derrota
porque se han conjugado nuestras brújulas.


ACECHO

Vivir así
agazapado,
en el umbral de una palabra,
cerca de una sonrisa,
bajo la aparente indiferencia del sol,
esperando
el momento preciso.

TIEMPO DIFUSO

Ella ordenaba un círculo en el alba,
me enseñaba las horas
y para el sueño corría las cortinas del día.

Su recuerdo consigue algún silencio
pero no puede consolar mis manos.

Esto ocurre de noche:
a veces no distingo mutaciones;
pero los brazos se me cierran tanto
que todo se deshace.


Osmar Luis Bondoni nació en Capilla del Señor, Provincia de Buenos Aires el 12 de octubre de 1929. La revista Poesía Buenos Aires ya se refería a su obra como de indudable autenticidad en la que el ejercicio del lenguaje comienza a ceder lugar a las más bellas conquistas del lirismo (XIII/ XIV, 8) y lo reafirman las palabras de Rodolfo Alonso: “Fue tan leal, fue tan honesto, tan consecuente que, de hecho, no se ocupó jamás de publicar su obra. Pero no de hacerla, cuando le surgía, sin precauciones (ni prevenciones) de ningún tipo: fresca, noble, profunda, sana y compañera... una poesía así no ha sufrido mella alguna con el paso del tiempo. Por el contrario, ha hecho su carne de él.” Publicó: Poemas (1957); Los festejos (1973); Para poder vivir (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1993) Desde hace algunos años se ha dedicado también al género narrativo.

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Lina Caffarello


el segundo equinoccio abrió una huella
y alguien lanzó su grito
cara al cielo


PALABRAS VERDES

Alguien hacía sonar campanas
en la hora de las aves errantes.

Silla verde,
sillita de agua,
panaderos de algodón,
abril de carreteles y hormiguitas,
de lápiz diminuto
tratando de escribir
palabras grandes.

CRÊUZO DA MAN

Aquí mi mano, en la pulpa del castaño,
palpando la piel y las palabras
para colgar del aire el sobrenombre,
la huella sumergida cifrada en las sirenas,
o aferrarme al viento azul, al hueco,
al canto de las nueve naves
y al último golfo de la rama.

Sangrando en los erizos
guardianes de la ofrenda,
pulpa del castaño, aquí mi mano.

<
Lina Caffarello -Buenos Aires, Argentina- poeta, pianista y fotógrafa artística, forma parte del Consejo de Redacción de la revista de literatura “Tamaño Oficio”. Participó, entre otras, de la antología Piel de Sueños (1997) en homenaje al escritor italiano Antonio Tabucchi, e integró y coordinó Cuando salí de Cuba (2000) y Aduanas de Aire (Santiago de Cuba, 2002). En abril de 2003 intervino con una ponencia en la VIII Convención Internacional de Escritores de Lenguas Europeas (Málaga, España).Los poemas seleccionados forman parte del poemario Suma y resta, editado en el mes de agosto de 2003.

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Norma Mazur

Atardecer silencioso
la flor atrae al pájaro hacia su boca
El aire disfruta del momento
deslizándose entre ambos, displicente

Una pluma juega
dejándose caer lento
muy lento

El perfume de la flor embriaga
remontándose hacia el pico vacilante
e inquieto del pájaro

Atardecer silencioso
Bebo del cáliz y despliego mis alas.

15- 07- 2002


Poema leído por Norma Mazur, en el último encuentro literario de la Fundación Gracia, el 16 de junio del 2003. El 14 de julio de ese mismo año, Norma Mazur despliega sus alas. Bebió hasta el fin su cáliz, y nos leyó un mes antes el poema transcripto.

EL CAMBIO
“Nunca me lo hubiera imaginado. ¡De verdad! ¿Te lo juro por ésta!”
Juana apoyó sus dedos índices cruzados sobre los labios y los besó. Estaba sentada en la pieza cocina dormitorio y sala, todo en una. Piso de tierra apisonada, paredes blanqueadas a la cal, techo de paja reseca y anudada. Un fogón a leña le servía para preparar la comida y el mate que nunca faltaba. Una que otra gallina deambulaba a su alrededor buscando migas de pan perdidas entre el polvo. La perra, con quien Juana conversaba, era una ovejera vieja que se acostaba a sus pies como felpudo esperando la conversación de cada tarde porque a cada frase de Juana, Mireya, la perra, movía una oreja o meneaba la cola o la miraba con ojos inquisidores, negros como la noche, como la muerte.
“Si me lo hubieran contado habría dicho que es puro cuento pero el Flaco me lo aseguró. Me lo juró y recontrajuró: Desde ahora, se acabó.”
La perra gruñó un poco, se reacomodó metiendo el hocico entre sus patas delanteras como diciendo: Es una estupidez.
“¡Ah! ¿No me crees? Pues es así. Se acabó. Vos porque no estendés de las cosas de la tecnológica esa. La bio esa, bio que se yo de la q ue todos hablan. Y en el boliche del pueblo lo dijeron. El Flaco me contó. Cuando en la tele mostraron como lo hacen, todos se callaron. Silencio. Hasta los que siempre están borrachos se guardaron de hablar.”
Juana puso a calentar el agua. El mate estaba medio frío. Al levantarse tropezó con la perra que protestó un poco y aprovechó la movida para salir a dar una vuelta alrededor del rancho. Era una tarde apacible, perfecta para quedarse mirando el horizonte. El cielo aparecía a pinceladas rosas y blancas, tenues, transparentes sobre el celeste agua. Y el campo, recorrido en filas ordenadas por los brotes del maíz recién plantado, semejaba la urdimbre de un telar, verde, amarillo, marrón. Poncho de pasto y tierra, de tallos y hojas dibujando el paisaje.
“Yo no se pero si el Flaco dice que se acabó, se acabó.”
Mireya había vuelto a acostarse a sus pies y escuchaba atentamente.
“¿Sabés lo que más me da bronca? que eran los únicos ratos en que yo era feliz, feliz. ¡No! No te macaneo. Vos sabés lo duro que es estar aquí, en medio de esta nada, campo, gallina, viento, laburo. Terminás de barrer y ya está todo con polvo otra vez. La tierra se te mete hasta el cuadril. Y si no, mírame. ¡Mírame te digo!”
Y Mireya la miró. Juana le pasó la mano por la cabeza acariciándola con dulzura. Mireya le lamió la mano devolviéndole el mimo.
“Y en invierno peor porque las noches son tan largas que te da ganas de desaparecer hasta nunca. Y si ahora ni siquiera nos quedan esos ratos felices... Cuando el Flaco está bien, vos lo conocés, es un dulce de leche. Me hace reir. Imita a los de la Tele y me enseña para que yo parezca una de esas de las películas extranjeras.¿No me viste acaso cuando me escondo detrás de la cortina del baño y primero tiro una zapatilla, después la otra. El Flaco pone la radio con una música bárbara, la de la FM porque esa sí que es linda para soñar y se tira en la cama con la musculosa y me pide que me saque la ropa despacito, como en la Tele. Entonces siento que el pecho se me llena de suspiros y...”
El sol comenzaba a acostarse sobre los pastos. Una bandada de pájaros estremeció el aire con su revoloteo. Después, el silencio volvió a apoderarse del lugar. Mireya irguió sus orejas orientándolas hacia el murmullo de la tarde. Juana siguió hablándole.
“Una se anima a aparecer desde atrás de la cortina, medio desnuda, medio vestida. Una se juega a ser una puta y el Flaco está ahí, tirado, con la boca medio abierta como diciendo: ¿Dale piba, acércate más que te morfo! Y una... Una se mueve para atrás y para delante y el Flaco se suda todo, de calentón que es... Pero ahora no va más. Ahora la cosa se volvió individual. La cosa... Vos sabés... La cosa entre los dos ahora la hace uno solo.
El Flaco me lo explicó clarito. No sé si por eso del SIDA o vaya uno a saber que otra cosa fue que ni siquiera con el forro. No señor. Ves Mireya, vos no tenés esos problemas. Para vos siempre fue igual, en cambio, para nosotras, todo cambió. Ahora uno tiene que ir al Laboratorio en la ciudad. Te sacan un cachito. ¿De dónde lo sacarán? Que se yo. ¿Será de ahí, como cuando te haces el Paparulo? Bueno, no sé de donde pero te sacan el cachito y después te vas y los del laboratorio te hacen un crío igualito a vos, sin error, igualito. El Flaco me aseguró que con las ovejas sale bárbaro. Y él tiene ganas de tener uno igualito a él, así que me dijo que no me necesita más, salvo si le dan ganas, pero que no quiere correr el riesgo. Así es más limpito... Limpito. ¿Te das cuenta? Un crío es algo más que una copia. Es... Es una copia de a dos... Siempre fue así... Yo no soy una oveja y el Flaco no es un carnero... ¿Adónde vamos a parar con toda esta bio tecnológica? ¿Por qué no hacen copia de otras cosas en lugar de copiar a la gente? Si la vida sigue cambiando así, la verdad, no sé si vale la pena seguir viviendo.”
Juana dejó el mate en la mesa. Se levantó, prendió la luz de la pieza, agregó unos leños al fogón y puso a calentar la olla con el puchero para la cena.
(Cuento inédito)


Norma Mazur nació en Buenos Aires. Una ininterrumpida actividad literaria le permitió transitar la narrativa, la poesía, el teatro y el ensayo. Su obra fue publicada en revistas y periódicos nacionales y extranjeros y ha sido seleccionada para participar en diversas Antologías: Anuario de Poetas Argentinos, selección 89; Después del silencio, por la que recibió Mención a la creatividad (1993); Fragmentos de vida, Mención a la creatividad (1994).En 1997 publicó La Mirada (poemas). En cuanto al género teatral, varias de sus obras han sido estrenadas. En el libro “Desde la butaca” se incluyeron dos de sus obras breves: Sociedad sin fines de lucro y Kadish. Es autora de los guiones teatrales En el mar hay una torre y Feliz cumpleaños vida. Su obra de teatro infantil Anacrón y la Clepsidra obtuvo mención del Fondo Nacional de las Artes en la Bienal de Dramaturgia 1991/92. Ensayos: Sefarad; Imaginación y Símbolo en las ciencias y las artes. Su último libro: Lazos y Nudos (cuentos) Ed. Milá, Bs As.2003)

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Rolando Revagliatti

Moriría, amor mío
antes de lastimarte

O
aún mejor

moriría después.

*

Enamorada de un joven sobrio y
malintencionado
la solterona accede al contacto íntimo
y para ella -del todo- inaugural
tras veintisiete semanas de sutil cortejo.

*

Viene con abismo la belleza

*
La larva de un pensamiento
en mi oído

Es en tanto larva
que aturde.

*

No lamento su pequeñez


(creo)
mi enormidad.

*

No lamento que yo esté muriendo


(creo)
la eternidad.

*

Rolando Revagliatti (Buenos Aires, 1945) ha sido incluído en antologías de la India, Estados Unidos, Brasil y la Argentina, coordina talleres de escritura y ciclos de poesía, integra equipos de colaboradores inmediatos de publicaciones nacionales y extranjeras, así como también ediciones conjuntas de cuadernos, carpetas y plaquetas con los poetas Cristian De Nápoli, Daniel Rubén Mourelle, Carlos Vitale, Benito La Mantía, Emeterio Cerro, Paula Salmoiraghi, Iacyr Anderson Freitas, Karina Macció y Américo Iannacone. Libros publicados: dramaturgia: Las piezas de un teatro, 1991. Cuentos y relatos: Historietas del amor, 1991; Muestra en Prosa, 1994. Poesía (entre 1988 y 2002: Obras completas en verso hasta acá; De mi mayor estigma (si mal no me equivoco); Trompifai; Fundido encadenado; Tomavistas; Picado Contrapicado; Leo y escribo; Ripio; Desecho e Izquierdo; Propaga; Ardua; Pictórica; Sopita. Permanecen inéditos y engrosándose los poemarios “Corona de Calor”, “Del Franelero Popular” y “Ojalá que te Pise un Tranvía llamado Deseo”. De mi mayor estigma (Si mal no me equivoco): cuenta con segunda edición corregida como libro electrónico a través de Nostromo Editores, julio 2002 (http://www.geocities.com/nostromo_editores/); Trompifai en edición por Internet (http://www.geocities.com/empdrd/); Desecho e Izquierdo (en el Nº 10, octubre 1999, de www.poesia.cpm)
Durante el presente año coordinó numerosos ciclos , con poetas invitados y micrófono abierto, en homenaje a poetas desaparecidos: Susana Thenon, Horacio Pilar, Enrique Blanchard, Antonio Aliberti, Ulises Petit de Murat, Jorge Calvetti, entre otros.

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Susana Rozas

Desde Rosario, provincia de Santa Fe

XVII

Busco la parte de mis huesos
que se llevó tu ausencia
tu mudo dolor,
con un olor extraño por nuevo
llegan las sombras
sentándose íntimas
frente a mí,
conversando
de antiguas posibilidades. XXV

Los pájaros dibujan en el cielo
efímeros hexagramas.
Apresurados corren
a formar otras figuras.
No alcanzo a descifrar
sus mensajes.
… Quedo incluida
en una silenciosa línea.

Susana Rozas nació en Rosario. Es profesora en Castellano, Literatura y Latín. Ha publicado: Sin prólogo (obra compartida); El lado débil de la eternidad; Las palabras no pronunciadas (Los Lanzallamas, Rosario, 2000) al que pertenecen los poemas seleccionados. Su último libro, compartido con Marcelo Juan Valenti, es Caballo Bifronte, Los Lanzallamas, Rosario, 2003.

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Edgardo Gugliermetti

COMO LARGOS CUELLOS

Esos largos cuellos de Modigliani que se levantan
como pavos reales en esta noche avara y tentadora.
La tierra se despereza y yo preparo las cuerdas
de laúd celebrando el orgullo de la furia
en unos libros carnosos detrás del laberinto.
El negro resplandor del peligro como el ondulante
cuerpo cancionero de los cementerios.
Todo va quedando sumido en el alcohol
terraza de muérdago, escapulario de habitaciones
con sabor a venganza.
Lo he visto todo cuando sucumben los pliegues del infinito.
Muñeca viciosa con sus horarios
de visita, alternadora con cara de tortuga.
He sido fiel sobre la cumbre de un patíbulo perpetuo.
Salté sobre las cuerdas del pánico y el incandescente
coito de la juventud.
Formas indecentes que se acoplan en basurales,
techos donde el sexo es una comarca a la deriva.
¿De qué están hechos estos muros que rodean
a esos seres embalsamados, sonrientes,
festejando las delicias de un crimen perpetrado
en una bóveda?
Celestial devoción de un cielo que se escapa.
Tantas veces olí cenizas en el campo mientras
un arma hablaba.
Divinidades, lutos, la madame agoniza,
el loro chilla en la ventana y el coro prolijamente
la despoja de todo, queda solamente el jaulón,
una colcha de felpa, algún retrato sucio, unos pasos
macabros, la fidelidad asegurada en todos los escenarios
también del mundo un beso anónimo sobre la sinfonía
del entierro.

Edgardo Gugliermetti nació en Buenos Aires. Es bibliotecario. Como poeta pertenece a la generación del 80. Ha obtenido: Primer Premio de la Asociación Escritores de la Provincia de Bs. As. Nicolás Guillén; Primer Premio Concurso de Arte Joven Provincia de BS. AS.; Mención de Honor otorgada por la Sociedad Escritores de La Plata, entre otros. Colabora en revistas y periódicos del país y del extranjero. Ha publicado: territorio de espejos (e/a, 1980) Jardines bajo llave (1982) Árbol que acecha (1984) Criatura de niebla (La lámpara errante, 1995) Donde el cielo no llega (Ed. Versibus,1997) Misal de cólera (La Guillotina, Bs Aires, 2003). Integró las antologías que se detallan: Antología de la poesía clásica y de vanguardia (Ed. SADE, filial bonaerense, 1979) Antología poética (Ed. Impulso, 1980) Antología concurso Nicolás Guillén (Ed. Versibus, 1994) IV Antología de poetas argentinos (Ed. Eleusis, 1995) 20 voces destacadas de la poesía argentina 1996 comentado por Ruth Fernández (Ed.Nueva Generación)
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Vivian Lofiego

BORDADOS

Mi abuela borda en las sábanas
nupciales las iniciales del esposo

Borda sobre sombra sobre cuerpo
Trama y urdimbre hilan
lo invisible y lo visible
La letra escondida
en el espacio en blanco
donde se violaron
uno a uno -pero no todos- sus secretos

Allí donde la sábana se abre
de tan vieja
tan gastada, veo
la oscura violencia
la insolente calma de la resignación.



BLANCA NIEVES

Sentimiento de poseer la nieve
como único lazo esta sustancia pequeña
animalillo salvaje, en los huesos la humedad
del bosque. El cuerpo de la abuela desparramado
en la nieve. Sin ecos.
El miedo de la niñez huyó de un solo golpe.
Un sonido sin ruidos ni telones.

Vivian Lofiego nació en Buenos Aires en 1964. Vive en París donde ha realizado estudios de literatura y civilización en la Sorbone, París III. Es autora de Obsidianas de la noche ( Ed. Caracteres, París,1997), El árbol de Ariel (Ed. Índigo, París, 1999), Flor de Letal (Galería Maeght, París, 1999) Monstruos el sueño de la poesía (Fondo de Cultura, BS. AS. 2000), Naturaleza inmóvil (Alción Editora, Córdoba, 2003).Como traductora ha publicado: El agua extraña, Silvia Baron Supervielle (Ed.Alción, 2000), La mitad del gesto, Bernard Nöel (Ed.Alción, 2001).

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Cristina de Berbari


Cuidarme debo
de mi oscura mitad

una mano borra
cuanto dice la otra

frágil
mi mano siniestra
tiembla.

*

Alguna vez dije:

A medianoche
las mitades
se reúnen


A medianoche,
a solas,
dialogo.


Hoy
oigo
mi soliloquio de medianoche
a dos voces.

*

al cascanueces

No partas el fruto del avellano
dentro podrías encontrar
un corazón latiendo.


Cristina de Berbari (Buenos Aires, 18-10-43) Publicó: Penúltimo Portal (Ediciones Carrá,1983) Los lagos y la tortura (cuaderno de poesía, 1999). Los poemas transcriptos pertenecen a Doloras de la Piedra Negra (inédito).

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Carlos Barbarito
<
POEMAS DISPERSOS
IV

¿Es la vigilia ahora? Relámpagos.
Lejanos, detrás de los últimos árboles.
Tiene que haber un hombre allá,
con él una mujer. Huesos,
nervios, desdichas, palabras,
líquidos, hambre y sed.
Con ellos ni mi sombra estuvo.
Aquí sólo ras de tierra, breve océano mudo,
papeles esparcidos.
¿Es la vigilia
torpe calotipo que se consume?


VII

En este suelo, diseminados. Arriba,
cuanto hiela. Abajo, cuanto arde y crepita.
Sopla un juicio confuso,
que no distingue culpables
de inocentes.
Un insecto
empuja una bola de barro;
un niño delira por la fiebre
y ve lo que mañana
será su demencia o su arte.
Agua viscosa dentro de un cráneo.
Y en alguna parte,
lo obviado, escarnecido,
para tantos, sucio, impío.
incapaz de dormir, de despertar,
vientre que ningún animal husmea,
espalda que se apoya contra muros
que apenas dan reparo
a hierbas duras, sin flores ni perfumes.
Adonde desde siempre me dirijo.

(22 al 25 de noviembre de 2002)

Carlos Barbarito (Pergamino, Pcia. de Buenos Aires, Argentina, 6/II/1955). En poesía publicó: Poesía quebrada (1984); Teatro de lirios (1985); Éxodos y Trenes (1987); Páginas del poeta flaco (1988); Caballos y otros poemas (1990); Parte de entrañas (1991); Bestiario de amor (1992 )y en internet www.letralia.com_iet/bestiario, Venezuela; Viga bajo el agua (1992); Meninas/ Desnudo y la máscara (1992); El paso de los días, edición electrónica (1998); Desnuda materia (2000) La orilla desierta (2003). En crítica de artes plásticas editó: Acerca de las vanguardias (1990) y Aizenberg (2001).
Son varias las antologías que recogen su obra poética. Entre las distinciones obtenidas por el autor figuran: Premio Fundación Alejandro González Gattone; Premio Fondo Nacional de las Artes, Premio Dodero de la Fundación Argentina para la Poesía, Premio Bienal de Crítica de Arte Jorge Feinsilber, Premio César Tiempo, Premio Raúl Gustavo Aguirre de SADE, Menciones de honor Leopoldo Marechal y Carlos Alberto Débole, Gran Premio Libertad y Mención Plural de México. Acaba de obtener el Premio Francisco López Merino, en La Plata.


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LIBROS RECIBIDOS

Aduanas de aire. Antología del fervor Argentina- Cuba (Selección Reynaldo García Blanco) Santiago de Cuba, abril, 2002.
Bitácora (fotos de vida) Susana Cattaneo. Ed.La Luna Que, Buenos Aires, 2002.
Caballo Bifronte. Marcelo Juan Valenti- Susana Rozas. Los Lanzallamas, Rosario, 2003.
Cartas para Adriana. Ketty Alejandrina Lis. Ed. Marymar, Buenos Aires, 1992.
Donde el cielo no llega. Edgardo Gugliermetti. Ediciones Versibus, 1997.
El arte de callar. Rodolfo Alonso. Alción Editora, Córdoba, 2003.
El sueño de Biyi-Biyi, la muñeca Irina y el mago equilibrista. Ileana Gómez Gavinocer. BS. AS. 1999.
En el orillo. Adriana Barrandeguy. Ediciones Último Reino, Buenos Aires,1993.
Eros en Amazonia. Jorge Andrés Paita.Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1998.
Estrella de la vida entera. Manuel Bandeira (selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso) Edición bilingüe. Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2003.
Grupo Presencias. Antología. Edición artesanal, Buenos Aires, 2002.
Lazos y Nudos (cuentos) Norma Mazur. Editorial Milá, Buenos Aires, 2003.
Los ópalos del río. Alberto Claudio Blasetti. Casandra, Buenos Aires, 2003.
Muestra en prosa. Rolando Revagliatti. Stevenson Librería Editorial, Buenos Aires, 1994.
Naturaleza inmóvil. Vivian Lofiego. Alción Editora, Córdoba, 2003.
Oficio de horas. Horacio Félix Herrera. Alción Editora, Córdoba, 2003.
Palabra Lázaro (edición plurilingüe) Piero De Vicari. Yaguarón ed., San Nicolás, 2002.
Para poder vivir. Osmar Luis Bondoni. Ed. Vinciguerra, Buenos Aires, 1993.
Persona frágil. Gabriela Verónica González. Frida Ediciones, Buenos Aires, 2001.
Piedra alta. Celina Garay. Alción Editora, Córdoba, 2003.
Poemas sobre la serie “Las irregularidades”, grabados de Adriana Monteros. Ileana Gómez Gavinocer Ed. Setiembre, Buenos Aires, 1999.
Presencias en el Grupo Presencias. Antología. El Francotirador Ediciones, Buenos Aires, 1995
Puertas de arena. Mónica Scaldaferro. Yaguarón ediciones, San Nicolás, Buenos Aires,1999.
Renacer sin morir- Cartas. Daniel Horacio Grad. Ed. del Acompañante, Bs. Aires, 2002.
Suma y resta. Lina Caffarello. e/ a, Buenos Aires, 2003.
Teatro. Alberto Claudio Blasetti. Casandra, Buenos Aires, 2002.
Versos posibles. Juan Luis Bernava. Editorial Aguatierra, Buenos Aires, 2002.
Vicio de manos. Piero De Vicari. Yaguarón ediciones, San Nicolás, Buenos Aires, 1999.

CUADERNOS- PLAQUETAS- REVISTAS

Amanda Tomalino-Poesía (Plaqueta) - Corriente vital VII. Gerardo Diego (cuadernillo) - Espumas. Lina Caffarello (plaqueta) - Pictórica. Rolando Revagliatti (cuaderno de poesía, 2003) - Revagliatti-Iannacone- Trilingüe (plaqueta) - Ripio. Rolando Revagliatti (carpeta de poesía, 2002) Casette artesanal: Edgar Bayley (atención de Osmar Luis Bondoni)- Revistas: Amaru (Juan C.Giménez)- Cuaderno Carmín (Eduardo Dalter)- Dioses del Sótano (C. Cuccaro- H. Belecco)- Idea Viva (Jorge Emilio Gallardo) - Ideas, Santiago de Cuba (Reynaldo García Blanco)- La Quinta (José María Morán)-Objeto Directo-Universidad del Salvador (Dra.Alicia Sisca; Coord.:Kelly Gavinocer)- Omero Poesía (Jorge J. )- Redes de Papel (Carlos Margiotta) - Repertorio Latinoamericano (Francisco R.Bello)-Tamaño Oficio (Lucila Févola) Vientos de Tinta (Gerardo Diego).


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Fijando vértigos agradece al Grupo Presencias y a sus coordinadores: Ilda Delgado, Carolina Rodríguez, Ernesto Vázquez Rivera
y Tomás Zir, por el Reconocimiento otorgado el día 5 de setiembre de 2003.

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